LA HUMILDAD
La humildad es pues la capacidad, cualidad, virtud, o como queramos llamarla, de ser tolerantes y muy respetuosos con las ideas y creencias de los demás; de no creer que somos mejores o superiores a los demás; de ser conscientes de nuestras limitaciones, de nuestra ignorancia, de nuestros defectos, y de nuestros errores. La persona humilde reconoce sus carencias espirituales y está siempre dispuesta a mejorarlas. Es capaz de reconocer los méritos y valía de otras personas, aceptando con agrado los consejos que otros puedan darle en su propio beneficio, y agradeciendo toda la ayuda que pueda recibir. Porque la persona humilde es muy agradecida, desterrando de su forma de ser la ingratitud. Valora muy mucho lo que otras personas puedan hacer por ella, y guarda en su corazón un eterno agradecimiento.
Ser humilde es no permitirse la libertad de juzgar a los demás, y mucho menos de erigirse en juez para condenarles, por lo que la maledicencia y por supuesto la difamación, no tienen cabida en la vida de la persona que practica la humildad. La humildad tampoco es compatible con la ambición y con la vanidad. La persona humilde está siempre dispuesta a ayudar a los demás en la medida de sus posibilidades, sin esperar nada a cambio, porque no está condicionado por el apego y el egoísmo.
La humildad pues no es algo sencillo ni superficial, como muchas personas creen. No se es humilde sólo por usar ropas sencillas, por vivir en una modesta casa, y por no dejarse llevar por el consumismo. Todo esto no significa absolutamente nada si no se es una persona positiva que trabaja para erradicar de sí misma los sentimientos opuestos al amor. La humildad en resumen no se mide por las formas, sino por el fondo, el cual cuando es como tiene que ser, se manifiesta en actitudes y acciones positivas.
Debemos tener presente que la verdadera humildad es fundamental para una vida mas feliz.
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